¡No hay nada mejor en el cielo!

“YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA”

Jesús dijo:  “El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí, no
tendrá nunca sed” (Juan 6,35).



LAS DECLARACIONES MÁS IMPRESIONANTES JAMÁS PRONUNCIADAS
De todos los libros que se han escrito en la historia del mundo, es muy
probable que la única declaración de una verdad que jamás se haya mencionado por
nueve (9) veces consecutivas se encuentra en la Sagrada Biblia, en el Evangelio
de San Juan, Capítulo 6, versículos del 48 al 58:
    (versículo 48): “Yo soy el pan de la vida”. 
    (versículo 49): “Vuestros padres comieron el maná en el desierto y
murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera”.
    (versículo 51): “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.  Si uno come de
este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la
vida del mundo”.
    (versículo 53): “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del
Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.
    (versículo 54): “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna,
y yo le resucitaré el último día”.
    (versículo 55): “Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida”.
    (versículo 56): “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí,
y yo en él”.
    (versículo  57): “Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo
vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí”.
    (versículo 58): “Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron
vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre”.
    (versículo 61): “Eso os escandaliza?”
Ninguna otra afirmación de Nuestro Señor ha sido más acertada que “¿Eso os
escandaliza?”


LOS CUATRO EVANGELISTAS
Los cuatro evangelistas citan la autoridad Divina de Cristo en esta materia y
no solamente afirman lo que Él dijo, sino que efectivamente identifican Su
cuerpo y Su sangre en la Sagrada Eucaristía con la entrega de Su cuerpo y su
Sangre en la cruz. Por consiguiente, o las afirmaciones de los evangelistas son
literalmente verdaderas o no son más que simbólicas.
    (Marcos 14,24): “Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por
muchos”.
    (Lucas 22,19): “Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros”.
    (Mateo 26,28): “Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por
muchos para perdón de los pecados”.
    (Juan 6,51): “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este
pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida
del mundo”.
    La historia demuestra que, en la cruz, Cristo ofreció auténticamente su
cuerpo y su sangre; por lo tanto, su verdadero cuerpo y su verdadera sangre
están a nuestro alcance en la Santa Comunión.

ALIMENTO IMPERECEDERO
Recordemos lo que nos dijo Cristo: “Obrad, no por el alimento perecedero,
sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del
hombre” (Juan 6,27). Solamente un sacerdote católico, por el poder del Espíritu
Santo, puede darnos a comer el Pan “que permanece para vida eterna”
cambiando pan y vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, esto es, la Santa Hostia, la
Sagrada Eucaristía, el Santísimo Sacramento. En la Santa Misa, el pan y el
vino “por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se
convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica,
1333).

¿JESUCRISTO, MARTÍN LUTERO O ULRICO ZWINGLIO?
    Detrás del altar mayor de la Iglesia de la Abadía de Ottobeuren, en
Swabia, Alemania, hay una pintura en la que aparece Cristo, cuya faz irradia paz
celestial y majestad divina. A un lado aparece Lutero y al otro, Zwinglio. Bajo
el cuadro se lee la inscripción: “Cristo dice este es mi Cuerpo; Lutero dice
esto será mi cuerpo; Zwinglio dice esto representa mi cuerpo.”

    ¿Cuál de los tres tiene la razón: Jesucristo, Martín Lutero o Ulrico
Zwinglio?

¿SÍMBOLO?
    “Cuando miramos al crucifijo, nos damos cuenta de lo mucho que nos ama
Jesús. Cuando miramos a la Hostia Sagrada, nos damos cuenta de cuánto nos ama
Jesús ahora!”
(Madre Teresa de Calcuta). Las denominaciones protestantes
sostienen que en la Última Cena, Jesucristo, Dios y hombre, al expresar su última
voluntad y testamento, dijo “He aquí que yo estoy  con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20), queriendo decir que nos dejaba solamente
un símbolo de Sí mismo, ¡pero no literalmente Él mismo!
    ¿Quién podría jamás imaginarse que un padre a punto de morir, cuyos
únicos familiares son una hija y un hijo, al manifestar su última voluntad y
testamento, le presentara a su hija una fotografía de su multimillonaria mansión y
le dijera: “Querida hija, te dejo esta fotografía de mi hermosa casa. Te la
dejo para que te acuerdes de mí.” Y volviéndose al hijo, le entregara una
fotografía de su lucrativa empresa familiar y le dijera: “Hijo mío, esta es una
fotografía aérea de mi enorme y multimillonaria empresa. Te dejo esta fotografía
para que te acuerdes de mí.”

EL DESAFÍO
    Santa Isabel Ana Setón (1774-1820), fundadora de las Hermanas de la
Caridad, y convertida al catolicismo, presenta a todos los protestantes el
siguiente desafío: “Las palabras de nuestro Señor son suficientemente claras cuando
tomó el pan y lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: ‘Tomad y
comed; este es mi cuerpo . . .’. Yo desafío a los protestantes a citar la
autoridad de cualquiera de los Padres de los cuatro primeros siglos (a quienes
citan con frecuencia como autoridades auténticas para afirmar la verdad
religiosa) como base de la opinión que ellos sostienen de que las palabras de
Jesucristo en la institución de este sacramento han de interpretarse con sentido
figurado”.
    San Justino Mártir, uno de los Padres de la Iglesia primitiva, explica lo
siguiente: “No tomamos este alimento como pan ordinario ni bebida ordinaria;
sino como a Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne por la palabra de Dios y
carne asumida por la palabra de Dios, y como carne y sangre asumidas por
nuestra salvación, así también se nos enseña que el alimento sobre el cual se
pronuncia la Plegaria Eucarística, el alimento que nutre nuestro propio cuerpo y
sangre por asimilación, es la carne y la sangre de Jesucristo”.

EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
    “Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida
eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a
mí para tener vida” (Jn 5,39). El que dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida” ¿va a confundirnos? El que dijo: “Para esto he venido al mundo, para
dar testimonio de la verdad” (Jn 18,37) ¿va a mentirnos? El que dijo: “Si digo
la verdad, ¿por qué no me creéis?” (Jn 8,46) ¿va a engañarnos?

“COLUMNA Y FUNDAMENTO DE LA VERDAD”
    La Biblia dice que la Iglesia—no la Biblia—es la “columna y fundamento
de la verdad” (1 Tm 3,15). La ex satanista Betty Brennan, hablando en una
reunión de oración pentecostal, dijo lo siguiente sobre la Biblia y la Iglesia que
nos da la Eucaristía: 
    “Durante muchos, muchos años he perseguido a la Iglesia. Cuando
finalmente decidí abandonar eso y regresar a la iglesia, me decidí por la Iglesia
Católica Romana porque todos los rituales satánicos están basados en los
Sacramentos católicos romanos. Ellos [los satanistas] saben lo que es la Eucaristía . .
. si todos los que están aquí, y si todos los que vienen a la renovación,
entendieran el Sacramento de la Eucaristía —el Verbo encarnado— no terminarían en
una Iglesia Pentecostal y en una relación con un libro. ¿Cómo pueden ustedes
abandonar una Iglesia Sacramental para irse a otra denominación siguiendo una
palabra, un libro? La palabra de Jesucristo los lleva a ustedes a la Palabra
hecha carne, ¡la Sagrada Eucaristía!
  ¿Saben ustedes que si ahora hubiera aquí
una bruja auténtica y ustedes pusieran 30 hostias en un plato, o mil hostias,
y solamente una de ellas estuviera consagrada, la bruja sabría inmediatamente
cuál de todas es la consagrada, ¡porque inmediatamente reconocería la
presencia! Sin embargo, vamos a muchísimas reuniones de oración, pasamos muchísimo
tiempo haciendo oración unos con otros, ¡pero no sentimos el deseo de estar con
el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del propio Jesucristo, Nuestro
Señor!”

LA SAGRADA EUCARISTÍA —JESÚS CON NOSOTROS— EN 2000 AÑOS
    Siglo I:  San Pablo dio testimonio de estas palabras de Cristo: “Pues
cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor,
hasta que venga” (1 Co 11,26).
    A través de los siglos, cada vez que se cuestionaba la Presencia Real de
Jesús, la Iglesia continuaba afirmando la verdad de que en el Sacramento de la
Sagrada Eucaristía “están contenidos verdadera, real y substancialmente el
Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo,
y, por consiguiente, Cristo entero” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1374;
Concilio de Trento, 1551: DS 1651).
    Siglo XX: “Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el
Sacrificio eucarístico es ‘fuente y cima de toda la vida cristiana’. ‘La Sagrada
Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir,
Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida
, que da la vida a los hombres por
medio del Espíritu Santo’. Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige
continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la
plena manifestación de su inmenso amor” (Papa Juan Pablo II, Encíclica
Ecclesia de Eucharistia, 1).

ADORADORES VERDADEROS: AMIGOS PERSONALES DE DIOS
    “Pero llega la hora (y ya estamos en ella) en que los adoradores
verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que
sean los que le adoren” (Jn 4,23). Cuando nos presentamos ante Jesús
Sacramentado, adoramos a Dios “en espíritu y en verdad”, y le ofrecemos nuestra
adoración, acción de gacias y alabanza. “El don eucarístico asume proporciones más
admirables aún cuando reflexionamos en que . . . el misterio Eucarístico
completo [también] incluye la presencia del Padre y del Espíritu Santo”
(Rev. Richard
Foley, S.J.). “Permanecer a solas con Jesús en la adoración y la unión íntima
con Él es el don más grande de amor, el tierno amor de nuestro Padre que está
en el cielo” (Madre Teresa de Calcuta).
    “¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?” (Mt 26,40). Jesús
pidió a sus discípulos que le brindaran una amistad verdadera, que velaran,
esperaran y adoraran. Jesús vela y espera hoy por nosotros en la Sagrada Eucaristía
para curarnos, consolarnos y fortalecernos. Jesús anhela ser nuestro Amigo
Verdadero y llenarnos de su amor, su gozo y su paz. Por eso, en nuestra hora de
Adoración, entramos en una relación personal con Dios.
    El Arzobispo Fulton J. Sheen dio testimonio del impresionante movimiento
de miles y miles de almas, católicas y no católicas, que se sentían inspiradas
a aceptar este desafío de realizar una Hora Santa cada día.
Más de 100.000
protestantes, dijo el Arzobispo Sheen, se comprometieron a dedicar esta “hora de
presencia poderosa” a Jesús presente en la Sagrada Eucaristía.

LA MÁS EXTRAORDINARIA HISTORIA DE AMOR DE TODOS LOS TIEMPOS
J. R. R. Tolkien, célebre escritor inglés, amaba su fe católica; el alma y el
corazón de su amor era la Sagrada Eucaristía y la presencia de Cristo en la
Santa Misa. Para él, esta era la escuela de posgrado del amor divino. Cuando su
hijo Miguel declaró que la fe se le estaba debilitando, Tolkien le escribió
una carta diciéndole: “Desde las oscuridades de mi vida, con tanta frustración,
te presento lo más grande que hay digno de amarse en la tierra: el Santísimo
Sacramento
. . . Allí encontrarás romance, gloria, honor, fidelidad y el
verdadero camino para todos tus amores en la tierra” (J. R. R. Tolkien).
    ¡Dios no tiene un regalo más excelso que dar que el de Sí mismo! “La más
extraordinaria historia de amor de todos los tiempos está contenida en una
diminuta Hostia blanca”
(Arzobispo Fulton J. Sheen). Todo lo que existe en el
mundo palidece y disminuye en importancia cuando se compara con la Sagrada
Eucaristía. Esta es la razón por la cual el Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín
pudo decir: “Dios es todopoderoso, pero no puede dar algo mejor; es
supremamente sabio, pero no sabe cómo dar algo mejor; es inmensamente rico, pero no
tiene nada mejor que dar.” Igualmente, San Bernardo pudo decir: “La Eucaristía
es aquel amor que supera a todos los amores en el cielo y en la tierra.” ¡No
hay nada mejor en el cielo!




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